sábado, 25 de julio de 2009

LA ILIADA

CAPITULO 1

La historia de la Iliada se inicia justo cuando comenzaba el noveno año de guerra. Pero esta ya había tenido inicio en los confines del Olimpo.

Tres diosas disputaban por el derecho de la más bella, se trataba de: Hera reina de los dioses y esposa de Zeus; Atenea, diosa de la sabiduría y Afrodita, diosa de la belleza.

Pero las tres diosas no lograron ponerse de acuerdo sometieron a un mortal al juicio, este era el príncipe París, hijo de Príamo, rey de Troya.

Las tres diosas le ofrecieron una recompensa por su veredicto:

Hera le prometió poder ilimitado sobre todos los hombres y triunfo en todas las guerras. Atenea le prometió que lo recompensaría con la sabiduría.

Afrodita le prometió únicamente casase con la mujer mas bella del mundo y de los mortales. Y fue Afrodita quien ganó.

Y aquí comenzaron todos los problemas. Porque el príncipe Paris, había oído que Helena de Esparta era la mujer de extraordinaria belleza, se embarco en un barco y partió hacía este país. Y comprobó que era verdad lo que la gente decía, y quedo cautivado con su belleza. y fue entonces que París reclamo para sí la promesa de Afrodita. Raptó a Helena y se la llevó consigo a su país.

Helena ya estaba casada con Menelao rey de Esparta, y cuando este se dio cuenta de que su esposa había sido raptada decidió tomar venganza. Menelao fue a visitar a su hermano Agamenón, rey de Micenas. y juntos comenzaron su venganza contra Troya.

Esta guerra no solo fue entre griegos y troyanos, en ella también intervinieron los dioses. Porque mientras Afrodita favorecía los troyanos, Hera y Atenea, que no habían olvidado la ofensa de París apoyaban a los griegos.

La guerra duraba tanto que los soldados ya empezaban perder las esperanzas, a pesar de que Ilion no era fácil de tomar. Ilion estaba a una muy considerable altura de tierra, la defensa de los troyanos era muy fuerte.

Pero poco después comenzaron a surgir problemas entre Aquiles rey de los mirmidones y Agamenón hermano del esposo ofendido.

Por esto Aquiles dando media vuelta abandonó el terreno seguido por sus hombres. No tardó en llegar a sus barcos y dando órdenes precisas se hizo a la mar.

Su corazón estaba entristecido, lloró amargamente la ingratitud de Agamenón y mirando las azules aguas; el mar se llenó de un rumor extraño y comenzó a salir de el un vapor color rosa y bien pronto de el salió Tetis la ninfa del mar.

Y después de contarle el problema que había tenido con Agamenón le rogó a su madre para que fuese al Olimpo y le pidiera a Zeus que ayudara a los troyanos, así Agamenón sabría que se puede ofender impunemente al más valiente de sus guerreros.

Su madre cumplió lo que su hijo le pidió. No tardó en llegar Tetis al Olimpo y postrándose de rodillas por el frente a Zeus, el padre de todos los dioses, le suplicó que le concediera la victoria a los troyanos hasta que Agamenón, que había insultado a su hijo, le volviera a rendir el honor que el merece.

Zeus, un poco cansado, suspiró después de escuchar las palabras de la ninfa Tetis. Zeus accedió a la petición de la ninfa y le dijo que regresara junto a su esposo y que tranquilizara al valiente Aquiles.

Partió la ninfa y Zeus quedó muy pensativo, preguntándose lo que haría para conceder la victoria a los troyanos.

Le envió un sueño al Agamenón mientras dormía en su tienda cuando le pareció escuchar una voz misteriosa, era Zeus quien le decía que como era capaz de dormir cuando tenía que ganar la gloria en los campos de batalla. Agamenón preguntó quien era, y despertándose y abandonando su lecho de un salto.

Pero mientras tanto, Iris , la rápida mensajera de los dioses, había llegado a Troya y acercándose al rey Príamo y a su hijo Héctor les dijo que como podían estar ahí charlando como si fuera tiempo de paz cuando una lucha de muerte.

Un numeroso ejército partió en ese momento hacia Troya, la diosa le suplicó a Héctor que reuniera a todos sus aliados y se prepararan para el combate que iba a ser muy largo y duro.

Héctor reconoció la voz de la diosa y muy pronto reunió a sus hombres despajes los dos ejércitos se encontrarían en el campo de batallas.

CAPITULO 2

Cuando los dos ejércitos se encontraron frente e frente apareció en primera fila el bello de París.

La presencia de aquel hombre culpable de la guerra indigno a los griegos.

Se abrió paso entonces entre las filas griegas que Menelao le digo a Paris que era un miserable Paris eres el causante de esta gran guerra y ahora retrocedes cobardemente a tu enemigo quieres que todo el ejercito griego se ría de nosotros, Paris esta dispuesto a luchar con Menelao en un gran combate singular aquel que gane se quedara con Helena y todos sus tesoros. Primo entregara a Helena al vencedor, Iris la mensajera corría a avisar a Helena. Pero el rey no tuvo valor para ir al campo de batalla, su amor de padre sufría horriblemente sabiendo que su hijo Paris podría encontrar la muerte en aquel combate singular.

El divino Héctor y Ulises median siempre el terreno donde se debía desarrollar en gran combate, el hijo de Príamo se adelantó haciendo brillar su armadura y sus sandalias de plata del sol. Menelao esperaba el ataque y con un movimiento brusco adelantó su escudo.

Mientras tanto la diosa que le protegía, viendo que Paris se encontraba en un gran sufrimiento de morir a manos de su gran enemigo.

CAPITULO 3

El arquero preparo el arco y apunto sobre su ilustre victima, los jefes de aqueos se prepararon de nuevo para el combate, los dos ejércitos se enfrentaron La diosa Atenea, al lado de los griegos, infundía valor a sus protegidos y especialmente a Diomedes, la lucha prosiguió cruelmente. La diosa Afrodita saltó de su carro y se dispuso a defender el cuerpo de Pandoro como si se tratase de su propia vida.

Y fue entonces cuando Afrodita, su madre, acudió en su ayuda. Pero al frente de los guerreros griegos se encontraba el valiente Diomedes, el mismo que había dado muerte al arquero Pandoro, y persiguiéndose a Afrodita cruelmente consiguió herir a la diosa en su blanca mano.

Zeus el padre de todos los dioses grito a Afrodita asustada dejaras morir a tu hija en el campo de batalla.

Afrodita estaba tendida sobre el campo de los dioses, volando hacia el Olimpo, y ahí la madre de la diosa de la belleza, Dione acariciando a su hija tiernamente y curándole le pregunto quién se ha atrevido a herirte, diosa de la belleza.

Y en el otro lado del Olimpo, Hera y Atenea, mirándose maliciosamente, sonreían mientras frente a las murallas de Troya la batalla entre griegos y troyanos seguía sembrando la destrucción y la muerte.

Los troyanos ante el avance e los griegos, estaban desmoralizados y se retiraban hacia la fortaleza. Las palabras de Héctor calaban hondo en los soldados. Avanzad, que el que huye es fácil que encuentre la muerte en la huída y también pierda la gloria.

Ares el dios de la guerra, esta con nosotros Gritaba Héctor, la victoria es nuestra. Y el ejército troyano arremetió con furia.

En el mismo rincón del Olimpo, la sonrisa de Hera y Atenea, se helo en sus labios. Es que tú y yo vamos a permanecer impasibles viendo como el ejército troyano, el protegido de Afrodita, aniquila a los aqueos.

Zeus desde el olimpo le contesto, y que sea Atenea que se lance contra él y la que regle la lucha. Losa dos dioses pronto se hallaron en Troya, en los cruces de los ríos Simios y Escamandro, donde se encontraba.

La lanza de bronce de Diomedes se la clavo en el vientre desgarrando su carne inmortal, y un terrible grito se extendió sobre el campo de batalla, como si los griegos hubiesen matado a diez mil troyanos juntos.

Si no fuera porque eres hijo de mi casta, te enviaría al más apartado rincón del Olimpo. Pero también eres hijo mío y no quiero que sufras. Que los dioses curen tus heridas….Mientras, Hera y Atenea volvían al Olimpo en su carro dorado, después de haber conseguido que Ares abandonase el campo de batalla.



CAPITULO 4

La intervención de las diosas Hera y Atenea había hecho que los griegos pudieran hacer retroceder a los troyanos hasta los mismos muros de Ilión.

Heleno Priámida, el mejor adivino de todos los troyanos corrió hacia Héctor, la diosa Atenea está furiosa con los troyanos, corre hacía la ciudad, ve al encuentro de tu madre y pídele que se acerque hasta el templo de Atenea y le ofrezca el mejor manto que posea. Ordena a los mejores jefes que defiendan las puertas de la ciudad y que no corran para irse a lanzar en brazos de sus esposas, vencidos y humillados. Héctor hablando le dijo a su ejército, animo, troyanos y aliados de tierras lejanas.

Cuando Héctor llegó a la ciudad, le salieron al encuentro un si fin de mujeres y niños que querían saber noticias de la guerra.

Ahora debéis rogar a los dioses, mujeres troyanas, pues grandes calamidades nos esperan.

Y mientras la reina Hécuba reunía a todas las matronas y con ellas se dirigía al templo de Atenea, Héctor se dirigió a la mansión que el propio Paris había hecho construir para él ayudado por los hombres más hábiles que se encontraba en Troya.

Paris abandonó los brazos de su bella esposa Helena, y bajó los ojos avergonzado.

Mueren nuestros guerreros al pie de las murallas en un clamor y en una lucha que se ha desencadenado por tu culpa, Tú mismo lanzarías de nuestros contra quién dejara el combate y ahora tú eres un hombre funesto. Aguarda ahora a que me haya vestido la armadura y te seguiré a la lucha, no oyendo las dulces suplicas que me dirige mi bella esposa para que me quedé a su lado.

Llega Andrómana, a quienes hemos visto antes tranquila y ocupada en las labores del gineceo; el efecto de la desesperación será por ello el más intenso.

Lamentos de Andrómaca como final de la tragedia.

Desdichado, ni siquiera por él serias capaz de abandonar el combate, y tu valor Héctor, será la causa de tu muerte. Los griegos caerán sobre ti y te mataran mi querido Héctor. Y yo me quedar sin ningún consuelo sobre esta tierra…

Héctor el guerrero valiente, estaba enternecido ante las palabras de su esposa y sabía que ella le decía la verdad.

El divino Aquiles quitó la vida a mi padre en esta guerra que dura ya tantos años, siete hermanos tuve y también Aquiles les dio muerte en el mismo palacio donde murió mi padre, mi madre se convirtió en su esclava y solo la liberó cuando tuvo un inmenso rescate, pero eso no le salvó la vida. Murió poco después atravesada por una flecha.

Quizás llegue un día que tengas que tejer telas en Argos para otras mujeres. Quizás vayas por agua a las fuentes Nereida e Hiperea y quizás, si alguien descubre tu llanto, tal vez dirá, ahí va Andrómana, la esposa de Héctor, el más valiente de todos los guerreros troyanos.

Ningún hombre puede evitar el destinó, sea este valiente o cobarde, esposa vuelve acá y ocúpate de ordenar a las siervas para que sigan su labor en el telar y la rueca Mientras, los hombres que en Troya nacimos, y yo el primero, nos ocupamos de las cosas de la guerra. Y, dando un último beso a su esposa y a su hijo, el valiente Héctor se coloco de nuevo el c asco y ser encamino hacia las murallas de la ciudad sin volver la vista atrás.

Andrómaca le siguió con los ojos llenos de lágrimas, pues no estaba segura de que le volviera a ver con vida.

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