miércoles, 15 de enero de 2014

CUENTOS SUPERCORTOS



El Duende del Itchimbía

Mal genio y presuroso, una vez que empezaba a oscurecer, recorría hasta el último rincón del parque, pobrecillos aquellos que se tropezasen con él, ¡auxilio…! - se escuchaba, las parejitas corrían como si Lucifer las persiguiera y los muchachos, uno tras de otro, despavoridos huían loma abajo. Terminada su jornada regresaba a su hogar, un laberinto de túneles que en las mañanas eran visitados por jovenzuelos en busca del diablillo, que más de un susto los hizo pasar y un par de vestidos logró hurtar, de quienes por miedo dejaron en alocado escape, ¡jajajajaja…! reía el duende al verlos correr. 


Manuel y el tranvía de la muerte…

¡Una copa más…! ¡No Manuelito, ya no hay más!, ¡hep!, nunca más regreso, le dijo Manuel al cantinero, salió maldiciendo a todos; eran las diez de la noche, la plaza de Santo Domingo con mucha niebla, extraño, a lo lejos el tranvía, pero Manuelito como no sabía ni que día era peor que hora era, se subió, en él su tío muerto hace muchos años y don Segundo que recién había fallecido, lo saludaron, el miedo se apoderó y la borrachera se le quitó; bajo del tranvía y juró que nunca más ¡juro por diosito que nunca más me chumo...!    
 

Una visita a la casa embrujada de Guápulo

Camino a Guápulo el aire se tornaba más denso, los ánimos eran menos expresivos, ¡arriba, ya llegamos! – decía Alberto a sus amigos-, a los más tímidos, el miedo y el frío les hacía presas fáciles de imágenes tenebrosas, pero no faltó el valentón, -Alberto- que al llegar a la casa embrujada, saltará la cerca y dentro del patio animara a los demás, sin embargo  el terror se apoderó de todos al ver una sombra tras la ventana que hizo que en carrera desenfrenada, a la cabeza Alberto, salieran en precipitada huida, dejando incluso atrás la camioneta que los había llevado. 




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Robert E. Howard EL SOL SE OCULTABA. Las inmensas sombras se extendían rápidamente por el bosque. En aquel extraño crepúsculo de un día de...